domingo, 16 de enero de 2011

Destino...

Todo el mundo tiene un destino escrito, tiene asignado su principio y su final. Nuestra vida la hacemos nosotros, los actos positivos y los negativos, pero no podemos cambiar aquello que hemos hecho mal, aquello en lo que no hemos equivocado, solo podemos pedir perdón y no volver a tropezar con la misma piedra tres veces. Los humanos tenemos tendencia a cagarla, a meter la pata hasta el fondo y a hacer daño a la gente que queremos. Los estudiosos dicen que para llamar la atención de la gente que pasa de nosotros o, sencillamente, para sentirnos superiores al resto, para poder descargar nuestra furia encima de alguien más débil que nosotros.
También tenemos un sentido en nuestro interior que nos hace sufrir mucho, más que cualquier mal de amores o cualquier enfermedad. Es el instinto de evitar que la gente muera cuando sabemos que ha llegado su hora. Todos sabemos que es algo que no se puede evitar, que es Dios quien elige quien muere y quien no, pero somo así de gilipollas; hacemos sufrir a las personas con nuestra cabezonería.

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